domingo, 13 de septiembre de 2015

Tinta y papel

No quería irme y dejar la velada de lado. Mi deseo se anclaba a tu voluntad.

Estábamos tan a gusto perdiéndonos en nuestra intimidad, sin decirnos nada porque ¿para qué? Si el silencio nos mantenía juntos y romperlo sólo nos desconocería para nosotros. Una intimidad en la que no nos tocábamos, porque de eso se encargaba el aire que viajaba entre nosotros: de coser nuestras almas.

Me veía dichosa a tu lado pues es tu corazón quien puede sonreír cuando se esconde el Sol hasta el amanecer. Me quería a tu lado por toda una eternidad, o el tiempo que me quisieras contigo. Yo era feliz en nuestros mutismos.

Tu rostro se perfilaba ante la noche y las estrellas se unían en su baile y binomialidad para nosotros. No podía existir un instante tan especial entre dos que se amaron y no volverán a verse. No mientras se amen y eso nos constaba.

Pensé en tu ausencia y en el privilegio de tu mirar. La piel se me heló cuando me di cuenta que no existía eternidad ni realidad donde pudiera quedarme contigo y las lágrimas comenzaron a llover. En mi regazo se formó un mar de tristeza y tú no entendías porqué tenía miedo. Porque yo iba a quererte por siempre y tú sin haberte marchado, ya me habías dejado atrás.

Me fui para no verte e intentar olvidarte. Y te olvidé. Olvidé tus ojos, tu voz, tu piel canela y tu manía de querer estar cerca. Olvidé tu risa y tu canción preferida. Olvidé los versos que callé por temor a abrumarte.

Y hoy te veo entre tanta gente, recordando aquel instante entre silencio y estrellas, preguntándome qué pasó con las historias que mis lágrimas de tinta escribieron en tu piel de papel. Y hoy me pregunto si en verdad te olvidé.


O solo nunca quise irme y dejar aquella velada de lado...

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