jueves, 3 de octubre de 2013

Vivencias: síndrome del ovario poliquístico.

Llevo semanas enteras con un bloqueo lírico que no sé explicarme a mí misma. Ya me estaba provocando una ligera ansiedad el tener mi Blog tan olvidado.

Hoy, he hablado con un grupo de chicas sobre las pastillas anticonceptivas. Me sorprendió saber que muchas estaban en contra. Las comprendí. Y eso me llevó a recordar sucesos importantes del año pasado que,... pudieron acabar con mi vida.

Y pensé "¿por qué no compartir esto con los demás?". En mí nació, el deseo de contar mi historia y crear un poco de conciencia sobre la importancia de cuidar y atender tu cuerpo.

Mi historia comenzó en la pubertad. Esa inestable y complicada etapa de la vida. Comencé a menstruar alrededor de los trece años, y desde el momento, mis ciclos menstruales eran notablemente irregulares. Nunca le di mucha importancia, ya que, al ser tan joven, hacía caso sin rechistar a las suposiciones de las mujeres mayores. "Estás muy joven, ya se te controlará con el tiempo".

No sólo eran irregulares, también traían consigo un dolor insoportable y cambios bruscos en mi estado anímico. La menstruación era una de las peores cosas que podía pasarme.

Enero del 2012. Tenía diecisiete años, me faltaba poco para cumplir la mayoría de edad, y mi ciclo seguía sin regularse. A finales de mes, mi padre y mi hermano festejaron su cumpleaños en un parque de agua, en compañía de mis otros tres hermanos, la novia de mi padre y yo. Quienes me conocen, no dudarán cuando les diga que me subí siete veces en un mismo tobogán. La caída era bastante vertical y la misma fuerza te impulsaba hacia arriba. Era una atracción de movimientos radicales, y pura adrenalina.

2 de Febrero del 2012. Estaba desayunando con mis amigos en la universidad, y comencé a sentir molestias en el vientre, supuse que me bajaría el período. Fui al baño, y de la nada, me atacó un dolor terrible en el lado derecho del abdomen, fue... bastante extraño y muy preocupante. Al cabo de una hora, dos chicas me auxiliaron y me llevaron a la enfermería del recinto. (Si por casualidades de la vida, ellas llegan hasta este Blog, y leen esta entrada: muchas gracias, me salvaron la vida.)

La enfermera de turno examinaba mi abdomen, hundió su mano en el costado (donde dolía) y de zopetón, la quitó. Ahí detectó que tenía el apéndice inflamado. (Quienes hayan sufrido apendicitis, y les hayan practicado esto, sabrán de lo que hablo cuando digo que casi se me salen los ojos del dolor.)

¿Qué tiene que ver el apéndice con mi ciclo menstrual? Respuesta: sadismo.

Me llevaron a una clínica, me hicieron exámenes, ecogramas, mis amigos me llamaban para enterarse de todo, habían otros que me animaban diciendo que estaba embarazada del próximo Mesías. Fue una tarde movidita. En el ecograma vieron que, tenía algo extraño en donde estaban los ovarios, y el médico cirujano que me atendía, tenía una hipótesis de lo más retorcida. Quién diría que su suposición sería verdad.

Me llevaron al quirófano, y me practicaron una laparoscopia. Duró cinco largas horas...

Sucede que... tenía un quiste en el ovario izquierdo, del tamaño de una pelota de ping pong. ¿Recuerdan cuando les conté sobre el tobogán en el parque de agua...? La turbulencia hizo que el quiste reventara. La sangre, llegó hasta el apéndice y lo irritó. Según el médico que me operó, pudo haberme dado una septicemia en cuestión de horas.
La septicemia es una infección grave y potencialmente mortal que empeora en forma muy rápida y que puede surgir de infecciones en todo el cuerpo, entre ellas, infecciones en los pulmones, el abdomen y las vías urinarias. Puede aparecer antes o al mismo tiempo de infecciones tales como: 
  • Óseas (osteomielitis)
  • Del sistema nervioso central (meningitis)
  • Del corazón (endocarditis)
  • Otros tejidos
Podrán imaginarse las pesadillas y la depresión postcirugía que me atacaron al enterarme de eso... No es lindo saber que pudiste morir, por compartir con quienes más amas. Ahí entendí cuando decían que nosotros somos quienes tenemos el poder de hacernos más daño. Sólo que, yo no tenía poder sobre el daño que mi cuerpo se hacía a si mismo.

Marzo del 2013. Ya con diecinueve años; un año después de la intervención, mi ciclo menstrual se había regulado un poco. A mi madre le tocaba cita con su ginecóloga, y decidí acompañarla y de paso, hacerme una citología. La doctora me recomendó hacerme unos exámenes de hormonas, y así lo hice. Los exámenes revelaron que tenía los niveles de DHEA-S (un componente básico en la formación de la testosterona) bastante altos. 

Con exámenes en mano, fui a mi segunda cita con la ginecóloga. Me realizaron una citología, un ecograma transvaginal, y analizaron mis exámenes de hormonas. Me diagnosticaron síndrome del ovario poliquístico. El ecograma mostró que mis ovarios estaban cubiertos por muchos folículos, que podían convertirse en quistes.

Cuando escuché esas palabras, tuve una sensación ambivalente en el pecho. Estaba aliviada, porque podría darle un final a mis ciclos irregulados y al dolor tan agobiante que se instalaba en mi vientre. Pero... a su vez, fue duro. Mi historial clínico no está totalmente limpio, y agregar un "desperfecto" a la lista de mis patologías, enfermedades y trastornos, era algo que en su momento, me descolocó un poco.

Me recetaron unas pastillas anticonceptivas, para regular la DHEA-S. Llevo seis meses tomándola, y hace poco fui a mi cita con la ginecóloga. Cómo me alegra decir que mis ovarios ya no están cubiertos de quistes. Los dolores menstruales son soportables, los cambios de estado de ánimo no son tan bruscos, aunque sigo llorando un montón en mis días, y ya no pierdo tanta sangre.

Quizás muchas personas no aprueben la ingesta de fármacos, y piensen que con una dieta balanceada puedan regularse las hormonas, y tienen toda la razón para pensarlo. Pero el proceso sería aún más largo.

Y quizás, piensen que esto sea algo irrelevante, que a nadie le importe. Que como fue algo que me sucedió a mí, lo exagero para llamar la atención. Déjenme decirles que pueden pensar lo que quieran. Eso no me hará dejar de estar agradecida por lo que esas pastillitas, han hecho por mí.

Al no haberlo vivido, al no saber por todo lo que pasé antes de este incidente, quizás les cueste comprender porqué esto me ha... marcado tanto.

Pero me marcó, yo me siento una persona afortunada. Estoy viva, y estoy sana. Y agradezco a esas dos muchachas que me llevaron a la enfermería de la universidad. A la enfermera que llamó a mi padre para que estuviera conmigo, a los cirujanos que me operaron, a la enfermera de la clínica que me llevaba fruta por las noches cuando me recuperaba. A mi madre que, a pesar de sentirse destrozada (estaba aterrada por la idea de que yo perdiera los ovarios), se mantuvo firme y me cuidó. A mi padre que siempre sonrió para mí, y estuvo conmigo en todo momento. A mis hermanos que me ayudaron y estaban atentos por si necesitaba cualquier cosa. A mi mejor amiga que lloraba conmigo por las noches, luego de tan curioso incidente.

A mi cuerpo, por... no haberme dejado ir. Por seguir viva. Por dar el grito de alarma que me hizo madurar y estar atenta a todo lo que pudiera pasarle: alguna alergia, una gripe, cualquier irregularidad. Es mi cuerpo, y sigue vivo... Quiero mantenerlo vivo por muchos años más.

Se me fue un poco la mano (y las lágrimas), pero... ¡Qué va! Sólo deseo inspirar a la gente a cuidarse, a tener mucho cuidado con los fármacos, no auto-medicarse nunca. No se fíen nunca del diagnostico de un solo médico, a menos que sea totalmente verídico. Y a agradecer que estamos aquí... seguimos con vida. Y hay que cuidarla.

1 comentario:

  1. Me alegra saber que ya estas bien. Estuviste en un peligro muy grande y ahora estas muy saludable por aquí :D . No dejes el tratamiento y verás que seguirás muy bien. Un besote, socia.

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