martes, 25 de febrero de 2014

La simplicidad de mi amor

Desde joven, siempre mantuve posturas rectas sobre simples pensares. Uno de mis favoritos fue: “no hay nada que necesite y merezca ser más libre que el amor”. Y justo hoy, esa postura me lleva a la incógnita que quiero resolver antes de irme a soñar con él, otra vez. ¿Qué tan simple era lo que yo sentía por Leo?

No sé cuándo este conjunto de emociones comenzaron a surgir de mí. El ardor indiscreto de mis mejillas, las sonrisas tímidas, la mala manía de evitarle la mirada cuando era más encantador de la cuenta. Hasta que un día, dejé de evitarle la mirada y al verle los ojos, perdí. Me enamoré totalmente de él.

− ¡Vamos, Amèlie! Sólo prueba un poco.

− No, me rehúso.

− Va a gustarte, sólo abre la boca.

− Puedo abrir la boca para otras cosas, Leo…

− Vale ya de tonterías. – fue así cómo su risa me empapó por primera vez, y probé su Crème brûlée. Yo era de las peores comensales que podía existir, me enfrascaba en mi zona de confort, incapaz de atreverme a probar algo nuevo, por temor a que no me gustara. Lo mismo pasaba con mis sentimientos, no podía ir más allá de lo que me hacía sentir segura. Quería sentirme protegida lejos de la frontera de mis emociones.

Era increíble cómo su risa inundaba toda la estancia, retumbando en las paredes, resonando en lo más hondo de mis huesos y causando una frecuente ola de corrientazos desde mi vientre, hasta el resto de mi cuerpo. ¿Qué mejor manera de disimularlo, que riendo con él?

Entre tonterías, terminamos en el patio de su casa: un bosque artificial hecho a la medida de su caprichoso cariño a lo natural. Nunca era un mal momento para improvisar un picnic, y menos si estaba él a mi lado para endulzar el momento.

Qué cursi puede llegar a ser una escritora cuando se enamora…

− Entonces, te pasaste la noche leyendo a Bécquer… − decía él, mientras le quitaba la cáscara a una manzana roja.

− Sí, la verdad no pensé que me gustaría tanto. Creo que llegué a memorizar un par de cosas – di una pausa para darle una mordida a la manzana que él ya me había pasado, para hacer algo que él odiaba: hablar con la boca llena −. ¡Por una mirada, un mundo!

− ¡Amèlie! ¡Qué asco!

− ¡Por una sonrisa, un cielo! − hacía exageradas inclinaciones de lado a lado, para cargar el aire con un drama falso. Me encantaba meterme con él de esa manera. Era una buena forma de evitarle la mirada por un rato

− ¿Cómo puedes hacer esto? ¡Es Bécquer! Vas a quemarte en el infierno, ardiendo entre las cenizas de tu libro jamás completado – tomó un trozo de papel para limpiarme la comisura de los labios. Ese simple tacto, su mano sosteniendo mi mandíbula y sus dedos tanteando mi boca… Anhelaba que no hubiera papel de por medio; tragar los trozos de manzana, me quemó el esófago, como si la misma intimidad del momento, se impregnara en lo más intrínseco de mi ser −. Qué mala manía de ensuciarte al comer…

− Perdón, estaba declarándote mi amor. Qué poco sensitivo.

− Venga, levántate, quiero enseñarte algo.

Con algo de pesadumbre, acepté. Estábamos frente a frente, cuando noté la inminente necesidad de darle la espalda. Mis sentimientos abrumaban demasiado, y yo no encontraba manera de retenerlos. Iba a terminar llorando frente a él si no me controlaba…

− Imagina que estás enamorada – menuda mala broma −. Imagina que desconoces la voz de quien amas, por alguna razón. ¿Qué voz le darías? ¿O prefieres esperar que la realidad decida eso? Puede ser decepcionante tener expectativas, porque se alejan de lo que en verdad es. Como cuando te citan un poema.

− ¿Es eso una indirecta? ¿No te gusta que te cite poemas?

− Calla, mona. Imagina que ese muchacho, te cita algo. Lo que sea.

− Ahora que andamos con Bécquer…

− Alguien puede recitar algo, pero no hacerte sentir lo estudiado. Pero viene otra voz y sientes las palabras cortantes como una oz, como pastillas de mejora o lívidos de ilusión. Tantos significados que dan…

− Creo que no entiendo, Leo… − y suspiró. Ese pequeño vestigio de su aliento, emanaba melancolía.

− Imagina que te citan algo, vamos. ¿Cómo te sentirías?

− Pues… Si lo imagino como yo quiero, sentiría el rostro arder. Y eso me gusta.

− Pues venga, imagínalo más: una palabra de halago y otra de amor, una de quererte y otra de recordar ilusión, deseo. ¿Cómo ocultar todos tus desvelos? Con calma, con sentir. Siente y oculta ese calor que emana tu rostro.

Sentía que con sus palabras, me estaba despojando de todo control. Pero ¿estaría viéndolo? ¿Vería mi carne arder por él? ¿Mis labios resecarse a falta de su intimidad? ¿Vería mi necesidad de tener su mano en mi rostro, otra vez?

− Confía en la simplicidad, Amèlie. De ahí, nace todo lo que crees grande, qué es lo que tal vez quieras desear. Yo me dejo llevar por lo simple, disfruto aquella sonata que me lleva a mis delirios – podía comprender lo que me decía. Si él hacía nacer tantas hermosas palabras de la nada, y hacer nacer en mí, tantas metáforas a su nombre, no me quedaba más que pensar que a raíz de lo simple, terminé enamorada de Leo −. Ahora, venga. Cítame a Bécquer otra vez. Que tu maestro de oratoria esté orgulloso de lo que jamás te enseñó.

− "Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso..."

Y en ese momento, dejé libre mi amor y le besé. Le besé con todo el miedo del mundo, como si después de ese beso, no existiera una vida decente que soportara el peso de tan desahuciado error. Pero... sí existía esa vida. La sentí correr por mis venas cuando sus manos tomaron mi cuello y sus labios me llenaron de locura. No recuerdo un momento más feliz que ese, cuando liberé mis sentimientos para él y entendí que somos realmente libres, cuando encontramos un hogar más allá de las fronteras de nuestro individualismo sentimental.


− "Por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso", Amèlie...

_________________________________________________________

Disclaimer: el verso utilizado no es de mi autoría. Le pertenece a Gustavo Adolfo Bécquer; lo he utilizado sin fines de lucro. El diálogo entre Amèlie y Leo está compuesto en algunas partes, por pensamientos de un gran amigo.

Gracias, Jess. Para ti, este es mi regalo de San Valentín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario