En un momento específico de mi vida, ante mí, se
desplegó una habitación forrada de espejos. Había espejos por todos lados, no
encontraba más que distintos reflejos de mi ser. Era abrumador verme tantísimas
veces, que no supe dónde enfocar la vista.
Este fenómeno reflector, lo experimenté por primera vez cuando me descubrí embelesada ante tu mirada. Había visto tus ojos un millón de veces, y fue apenas en ese instante, que descubrí que brillaban intensamente. Estaba fascinada; encontré miles de galaxias en la entrada de tu alma.
Este fenómeno reflector, lo experimenté por primera vez cuando me descubrí embelesada ante tu mirada. Había visto tus ojos un millón de veces, y fue apenas en ese instante, que descubrí que brillaban intensamente. Estaba fascinada; encontré miles de galaxias en la entrada de tu alma.
A simple vista, las estrellas nos parecen
hermosas. Alumbrando nuestro firmamento oscuro y solitario, llenándolo de
pequeñas motas, formando figuras y teorías en las cabezas de los niños y los
ancianos. Pero si nos acercamos, terminamos yéndonos de nuestras fronteras y
nos descubrimos a nosotros mismos, en una galaxia distinta a la nuestra.
Sentimos frío, miedo, no hay nada que nos guíe, nos mueva. Quedamos a la deriva
de nuestra propia curiosidad.
Y es ahí, cuando me encuentro sola en esa
nebulosa, tan lejana a mí misma y tan distante a tu corazón, que acepté que
nunca iba a volver a ser la misma. Un espejo, se quebró.
Las ventiscas me alejaban y acercaban a tus
estrellas, y yo sólo me dejaba llevar, como una pequeña flor marchita,
descansando en el manto de un río tranquilo e impasible. Como las partículas de
la cola de algún cometa que paseaba a mi alrededor. Conocerte, ha sido el
viaje más turbulento y abrumador de mi vida. Eran numerosos los cuerpos
celestes que reventaban a tu alrededor, golpeando mis espejos y quebrándolos
uno por uno. Pensé que nada en mí, podría romperse ya.
No quería volver a mi hogar, pero tampoco quería
acercarme a ti. Sentí miedo de todo lo que me había llevado a ti. Hasta que
tomé con mis propias manos, un gran fragmento de cristal y vi mis propios ojos
allí, tan enrojecidos y perdidos como los recordaba. Pequeñas grietas en mis
dedos, daban a luz gotitas de sangre que manchaban aquel trozo de mí misma y sentí
que algo en mí, más frío y grande que cualquiera de tus galaxias, se rompía en
mil pedazos.
Volví en mí, para ver tus ojos otra vez. Y en
ellos encontré un universo inicuo. Sentí tanto miedo, que podría jurar que el
embeleso de mi mirar, se había esfumado hace mucho ya.
No quería volver a intentar tocar tu alma,
creyendo encontrar terrenos vacíos, esperando que mis manos plantasen una
siembra de placer y felicidad. Había tantísimas tormentas dentro de ti, que
podría perderme a mí misma otra vez, y terminar con el alma vacía, fría y rota...
…como mis espejos, como tus universos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario