En el firmamento, brillan
tantas estrellas como corazones rotos. El filo de la Luna corta como el momento
de un adiós.
Por mis venas corre la sal
de mil lágrimas que no he podido soltar. Se me atoran los sollozos entre los
músculos de mi garganta y me ahogan, juro que me ahogan…
¿Has conocido a la persona ideal? Aquella que con
sólo echarle un vistazo, te robó el carmín más indiscreto para pintarlo en tus
mejillas. Aquel flechazo que te dejaba el corazón clavado en un recuerdo que
jamás podrás sacar de tu mente.
Yo la conocí en una tarde tranquila, entre
suspiros y sonrisas inesperadas. Su aura me envolvía como una tarde ceñida por
la brisa y los rayos del Sol. Entre sus palabras, yo era feliz. Encontré un
hogar en el que podía despertar.
Una noche, mientras el Sol se ocultaba y el ocaso bañaba la intemperie, aquel dulce hogar fue azotado con una fuerte lluvia. Gélida como la oscuridad, caía y me apuñalaba la piel. Estaba congelada y me sentía sola. Y luego, caí en un sueño profundo, un letargo que me entumeció el corazón. Mis sentimientos hibernaban mientras que la sonrisa iba menguando cada tanto.
Cuando desperté, desnuda y sola en aquel parque, mi
reloj marcaba las tres menos cuarto y el Sol brillaba con timidez. La brisa que
hacía bailar el césped, era deliciosa. Mi corazón se llenaba de gusto con los
comienzos del otoño. El equilibrio entre el calor y el frío, el aroma a bosque
a unas cuadras de mi hogar, las hojas amarillentas que se dejaban caer,
sabiendo que ya había llegado la hora de dormir para siempre. Todo me recordaba
al tacto de un libro viejo. Mi libro favorito. Donde había escrito sobre cuán
dulce era quererle.
Y volteé… Él no estaba ahí.
Una afanosa ventisca luchaba contra mí para
arrebatar las páginas de aquel libro. Iba a quedarme sin esa dulce historia de
amor que quería leer por siempre, escribir
para siempre... No quería dar mi brazo a torcer. Hasta que una tormenta vino
por mi ímpetu, arrancándome la piel, la fuerza, las lágrimas que no quería
derramar…
Y ahí estaba yo, desangrándome de tristeza.
Sollozando hasta el cansancio y lamentando haber tenido que perder lo que más
quería. Mi libro, mi historia, mi hogar…
Desde entonces, he pasado noches en vela echándole
de menos. Buscando algo que me haga sentir que vale la pena perder la vida
entre personas que jamás me darán lo que con él, encontré. Buscaba brazos y me
encontré con espaldas. No supe sobreponerme ante esa perspectiva.
Y dime ahora, ¿ya has
conocido a la persona ideal? Aquella que con sólo echarle un vistazo, te robó
el corazón y el deseo de buscar otro hogar. La persona que te arrebató todo
cuando se marchó, porque para ti, ella era tu hogar, la paz luego del ciclón,
tu historia predilecta, las hojas de otoño que no querían dormir aún. Era todo.
¿Ya puedes contar una
historia como la mía, cielo? ¿Ya has encontrado a tu persona ideal, tu hogar?
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