sábado, 21 de febrero de 2015

Cinco por dos, es igual a la décima letra

Te quiero, tan simple y sincero como un domingo por la tarde, viendo el Sol ponerse a costillas de nuestros diluvios estelares.

Te quiero, tan bonito como una cascada de astros que iluminan nuestra bóveda universal, y nos bañan de estrellas fugaces que son capaces de cumplirlo todo.

Te quiero, tan tímidamente como ese primer beso donde el desfallecer se reinventó en un diccionario virginal y agudo.

Te quiero, tan íntimo como cuando me anclaba en tus clavículas para verte a los ojos y sentir tu invasión en mi carne.

Te quiero, tan cobarde como mis dedos temblorosos que no saben a dónde ir cuando te decepcionas de mí.

Te quiero, tan alucinante como el arte que tus manos crean en este mundo lleno de monocromáticas desilusiones.

Te quiero, tan súbitamente como el carmín que te invade al rozarte la piel tostada y tu piel se vuelve una muestra de otoño a mis ojos.

Te quiero, tan ansioso como las arrugas que se forman en mi falda, a la espera de un piropo espontáneo y agradable.

Te quiero, tan inmenso como cuando me estremezco al escuchar tu voz, correspondiendo a mi cariño.

Te quiero, tan escondido como esas gotas saladas que llueven de mi rostro y se vuelven un mar de confusiones en mi cara.

Te quiero, tan ahogado como la mordida que doy a mis labios al verte voltear y no regresar.

Te quiero, tan minucioso como el conteo del alfabeto que me llevó a ti, en diez letras que se convirtieron en pasos fortuitos.

Te quiero, tan preciso como nuestra cifra predilecta, que al multiplicarse por nosotros, me lleva a ti.

Te quiero, tan incomprensivo, aturdido y virtuoso. Te quiero, tan idóneo, palpable y sereno.

Te quiero, como sólo podría hacerlo en mis noches de invierno, como si fueras la fogata que convierte mi pecho en cabaña. Te quiero, como sólo podría hacerlo el resto del año, como si te adaptaras a las estaciones con la misma facilidad con la que yo te disfruto.



Te quiero. A mi manera, te quiero.

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